Anteriormente al VI milenio a.C. se han encontrado artefactos de cobre en el sur de Turquía y norte de Irak. En la cueva de Shanidar (montes Zagros, Irak) se han hallado colgantes hechos con cuentas de cobre en niveles correspondientes al 9.500 a.C. Las primeras evidencias claras de fundición (señaladas por la presencia de escorias de cobre) se han hallado en Çatalhöyük, en Anatolia, y corresponden a un momento cercano al 6000 a.C.
A lo largo del VI milenio aparecen más pruebas metalúrgicas por todo el sur de Anatolia, Irak y los Zagros iraníes, de lo cual se ha deducido que el sur de Anatolia y el Kurdistán (zonas ricas en minerales de cobre). En Egipto y en los Balcanes se encuentran artefactos de cobre nativo no fundidos correspondientes al V milenio a.C., pero es durante el IV milenio a.C. cuando se produjo el auge de la metalurgia calcolítica balcánica, en un proceso de características autóctonas que terminó por expandirse a la Grecia continental y, posteriormente, a buena parte del resto de Europa, gracias a las redes de intercambio (de objetos e ideas) existentes desde el Neolítico. En el sur de la Península Ibérica se han detectado también procesos metalúrgicos de origen autóctono durante el III milenio a.C. En la península del Sinaí, abarcando Palestina y el Delta del Nilo se desarrolló una cultura calcolítica.
En América hay constancia de la fundición del cobre desde principios del I milenio a.C. en los altiplanos boliviano y peruano, realizándose aleaciones con plata y oro desde el 500 a.C. en las actuales Colombia y Perú. A partir de la fase Chimú se comenzó a usar el cobre arsenicado.
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