Los pueblos que habitaban el norte de África en las épocas húmedas se dispersaron de una forma similar a como se hallan en la actualidad.
Los bereberes, conocidos como «libios», se extendían entre Egipto y Marruecos.
Los tuareg fueron posiblemente los garamantes descritos por Heródoto: «Estos garamantes cazan, con sus cuadrigas, a los etíopes trogloditas».
Estos etíopes de piel negra serían los tubu, instalados en el macizo del Tibesti, el Sahara oriental, desde hace 5.000 años y permanecieron en su tierra original.
Retrato de Mujer Tubu del Ténéré.
Los tuaregs se quedaron en los macizos centrales del desierto —Hoggar, Adrar de los Ifora, Ayr—, permaneciendo fieles a sus dialectos originales. Se conserva, grabados en las rocas, muestras de su antigua escritura, el tifinagh.
Los tuareg sometieron a la esclavitud a las poblaciones originales, naciendo el sistema de castas —nobles y vasallos— que ha mantenido su sistema económico, favorecido por el aislamiento, inalterado durante mil años.
Al norte de Mali. josamotril.wordpress.com
Los historiadores árabes consideraron el sur de Marruecos como el centro de dispersión de los tuareg, con polos secundarios en el Fezzán, la Cirenaica y el este de Libia.
Los nombres locales que se dan a sí mismos depende de la tribu, pero todos se consideran participantes de una misma forma de vivir, de compartir los mismos valores y de expresarse en la misma lengua, el tamasheq; entonces utilizan la noción de temust, designando el término akal —de donde deriva el término kel que designa a las tribus— el territorio del grupo.
Además de establecer su estructura social y su economía característica, la ocupación por los tuareg de los territorios saharianos y sahelianos alteró su aspecto físico original, blanco de tipo mediterráneo.
La captura de enemigos de piel negra, agricultores sedentarios, que se incorporaban al grupo en calidad de esclavos para cuidar del ganado y realizar los oficios serviles, ha oscurecido su piel y alterado sus rasgos, considerándose hoy tuareg a muchos individuos de indiscutible origen subsahariano. Sin embargo, las clases aristocráticas conservan en gran medida sus características mediterráneas. Dominadores del desierto y de los macizos rocosos, los tuareg son, sin embargo, conscientes de no ser los primeros habitantes de su país. Los cementerios y las tumbas individuales, situados en las mesetas y en las terrazas de los valles, las pinturas sobre las paredes rocosas, las puntas de flecha que salpican el suelo de los viejos talleres, son el recuerdo permanente de los "hombres antiguos" —Kel Iru—, llamados ijjabaren.
En los troncos de los árboles fosilizados ven los esqueletos de los ijjabaren muertos en combate, señalando sobre la superficie de la madera las heridas que les causaron la muerte. Estos Kel Iru eran de estatura gigantesca y cavaban en busca de agua con las manos desnudas, formando los puñados de tierra que extraían las dunas del desierto.
Los tuareg vuelven a excavar los pozos antiguos, que son para ellos una garantía de encontrar agua.
La historia de los tuareg —pueblos del velo— debe ser rastreada, en el contexto de la historia del norte de África, en los textos de los cronistas árabes. Las informaciones directamente referidas a ellos son escasas, estando enmascaradas a menudo por la diversidad de nombres que formaban el conglomerado de pueblos bereberes que ocupaba este espacio inmenso y que llevaban un estilo de vida —pastores nómadas— similar al de los tuareg.
Al sur del desierto del Sahara se extiende el Sahel, una sabana hoy también en proceso de desertización. En su parte occidental está regada por el río Níger, de crecidas irregulares, aunque en el pasado eran suficientes para hacer del Sahel una abundante reserva de cereales.
Entre los siglos X y XVII, se desarrollaron en esta zona tres imperios, más bien hegemonías políticas, que recibieron los nombres de Ghana, Malí y Songay, y que recabaron la atención, en sus escritos, de los cronistas y viajeros islámicos. Su riqueza se basaba en el comercio que se estableció con las ciudades del norte marroquí, que recibían oro, marfil y esclavos de las ciudades de la cuenca del Níger a cambio de sal y productos manufacturados mediterráneos.
El sistema de transporte eran las caravanas de camellos, las azalai, que todavía hoy transportan los bloques de sal de Taghaza o de Taudeni hasta el puerto de Mopti, y que en el pasado lo hacían a Kumbi Saleh, Djenné o Gao.
Los cronistas árabes describieron desde épocas tempranas el esplendor de las monarquías africanas. Así, en el año 977 lbn Haukal podía afirmar lo siguiente: "El rey de Ghana es el soberano más rico de la Tierra". En Europa los cartógrafos incorporaban a sus mapas las informaciones que recibían de esos reinos fabulosos. En 1375, el Atlas Catalán del mallorquín Abraham Cresques mostraba, en el centro de un esbozado mapa de África, a un soberbio personaje sentado en un trono y portando en la mano una esfera de oro, debajo del que rezaba la inscripción: "Rey de Melli"; en el trono confluían caminos de los cuatro puntos cardinales.
Los tuaregs, hombres valientes y altivos.
quesabesde.com
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